Pau Bravo y su Equipo Alcanzan la Cima de Lobuche East Peak (6090m)
¡Bienvenidos a una aventura épica en el corazón del Himalaya!
Durante diez días, Pau junto al equipo de Almar Consulting, The Summit Force y Javi Alsonso se sumergieron en una expedición desafiante hacia las alturas, con el objetivo supremo de coronar la cima de Lobuche East Peak, majestuosa a 6090 metros. Este relato nos lleva a través de paisajes imponentes, encuentros con la cultura local y el poderoso espíritu de camaradería que caracteriza a toda gran expedición.
DÍA 10 – 23 de abril
Cima del Lobuche este (6.090m)
“Ayer cenamos pronto y a las 18 horas estábamos en la tienda, a las 00:00 nos levantamos para desayunar a las 00:30, coincidimos casi todos en no haber descansado muy bien, ya sea por la altitud, el frío, los nervios, etc. y a la una estábamos en marcha.
Pudimos comprobar que la humedad de la niebla estaba impregnada en forma sólida en el interior de las paredes de las tiendas, por suerte la niebla se fue y teníamos una visibilidad muy buena porque la luna casi llena nos acompañaría hasta que la luz del sol la superara. A pesar de eso, utilizamos los frontales desde el minuto uno.
Comenzamos ascendiendo sin llanos en los que recuperar, hacíamos paradas para hidratarnos y desabrigarnos, pero cuanto más subíamos, más frío hacía; a veces dudábamos de quitarnos o ponernos más prendas. Los guantes y manoplas nos generaban aún más dudas, empezaban a haber pasamanos y cuerdas fijas en algunos tramos y las manoplas eran más calientes pero incómodas para manejarse.
El camino era pedregoso e irregular, incluso pasamos unas grandes piedras inclinadas donde, con cautela, avanzábamos con mejor ritmo puesto que no resbalábamos gracias a su rugosidad. Llega un momento en el que aprovechamos una parada para colocarnos el arnés con sus imprescindibles de ayuda y seguridad, a partir de aquí empieza la parte técnica con el ascenso de una pared de roca donde hemos debido emplear el jumar, parte más importante de la práctica del día anterior. A medida que avanzábamos, nos llamaba la atención el tipo de cuerdas instaladas, estas son blancas de material plástico, no estamos acostumbrados a ellas y nos generan inseguridad, sin embargo, soportaron perfectamente el peso de todo el equipo e incluso de otros grupos más grandes; luego nos explicaron que se llevaban utilizando muchos años y los sherpas las van renovando a medida que se deterioran. Entre paredes tenemos caminatas planas que nos permiten recuperar lentamente el aliento. Cuando superamos los 5.600 metros, aprovechamos la parada para colocarnos los crampones, ¡empieza la nieve! ¡Mejor dicho, el hielo!
Tuvimos el privilegio de ser siete compañeros acompañados de cuatro sherpas que hicieron un trabajo excelente, puesto que hubo diferentes ritmos al inicio del glaciar.
Aquí viene la parte más inesperada, normalmente si hubiese sido un invierno de nieve, seguiríamos las líneas por un terreno homogéneo liso o con escalones pequeños provocados por el paso de otros alpinistas, pero nos encontramos con escaleras muy altas alternadas por muros formados por el propio hielo y/o la roca al descubierto. Esto provocó un desgaste mayor que con la altura hacía más difícil la respiración, avanzamos muy despacio, tardando en coronar el gran pico de Lobuche Este desde el campamento 6 horas para un recorrido de tres kilómetros y medio.
La llegada fue un espectáculo, el sol iluminaba aquellas cumbres del entorno empezando por el Everest y el resto de 8.000 que nos rodeaban, los últimos 20 metros teníamos dos obstáculos añadidos, el primero era una grieta de 1 metro y medio de ancho con una profundidad de 3 metros y después teníamos que escalar una pared de hielo vertical de 20 metros. En esta última, debido a la estrechez del acceso a la cima, se formaban acumulaciones continuamente, tuvimos que esperar y cuando finalmente subimos, nos pusieron prisa para bajar, pues arriba había una plataforma muy pequeña después de una pendiente muy pronunciada de hielo y piedra con una caída de varios centenares de metros.
Los minutos en que estuvimos arriba fueron muy intensos, mirábamos en todas direcciones identificando picos de renombre, abrazándonos y compartiendo esa ilusión de un objetivo cumplido que fue muchísimo más duro de lo esperado.
Las fotos las hicimos en la parte baja para agilizar el tráfico e inesperadamente llegaron los dos últimos miembros del equipo que tuvieron que tirar mucho de cabeza para conseguirlo, y fue una sorpresa muy agradable, arriba estábamos todos. Por un lado, el sol nos hacía dejar de sentir esos 20 grados bajo cero pero por el otro empezó a levantarse viento que aumentaba la sensación térmica y es aquí cuando iniciamos el descenso, aquí nos dimos cuenta de que era tan exigente o más que el ascenso.
Bajando también hubo diferentes ritmos y esto nos obligó a separarnos, llevándonos otras 5 o 6 horas hasta llegar al campamento, en este nos reagrupamos todos en media hora y nos dieron de comer, acto seguido continuamos descendiendo una hora y media más a 4.800 metros hasta el pueblo de Dzonglha, cuando llegamos al hospedaje estábamos exhaustos y muy satisfechos, pero se juntaba una sensación triste para Javier Haro y Pau, aquí se acababa su expedición, el resto del equipo continuaría marcha durante cinco días más. El viento fue en aumento y no teníamos claro si podríamos volar en helicóptero desde este pueblecito hasta Lukla como estaba previsto, finalmente fue posible, nos despedimos tan rápido que nos provocó una sensación de despedida extraña. En Lukla pasamos la noche y tomamos un avión desde su famoso aeropuerto 24 que nos dejaba a cuatro horas en coche de Katmandú, Tenji nos acompañó hasta el final con esa amabilidad y seriedad que le caracteriza.
Aquí se acaba un viaje que nos ha marcado mucho, física y psicológicamente. Ahora estamos recuperando la consciencia de la suerte que hemos tenido con los componentes del grupo, pues es una convivencia intensa con situaciones difíciles bien gestionadas por todos que han forjado una gran amistad, sin olvidarnos para nada de citar que hemos tenido muchos buenos momentos.
¡Hasta siempre Himalayas!
Thuuche thuuche»
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